Youssef, Túnez

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« Quería tomarme un momento para compartir una síntesis de la inolvidable odisea que viví a bordo del Hermosa esperanzaNavegando de Malta a La Canea con un vibrante grupo de personas de todo el Mediterráneo. Éramos una rica mezcla de culturas y nacionalidades: dos georgianos, un rumano, cuatro egipcios, un marroquí, cuatro franceses, dos palestinos, dos libaneses, un bosnio, un italiano, diez tripulantes, Marion, el padre Thomas y yo.

Mi viaje comenzó en Malta, donde John Claude Attard me recibió con increíble generosidad. Desde mi llegada al aeropuerto, su hospitalidad fue excepcional. Su amable gesto de ofrecerme un libro de teología mediterránea añadió un profundo significado a mi estancia. Gracias a Gabriel, Sarra y Jean-Claude Attard, de la diócesis maltesa, tuve la oportunidad de aprender sobre los desafíos migratorios de la isla, así como sobre la riqueza de su historia. Las fascinantes historias sobre la Orden de San Juan aportaron una profunda profundidad histórica a mi estancia en la magnífica ciudad de La Valeta, donde la arquitectura y el legado de siglos pasados se revelan en cada rincón. La misa que celebramos en la majestuosa Concatedral de San Juan fue un momento solemne y conmovedor, una verdadera conexión espiritual en un lugar lleno de recuerdos.

Entonces comenzó la aventura en el mar, con sus desafíos. Los primeros días de navegación estuvieron marcados por el mareo, que nos afectó a todos. Adaptarnos al movimiento constante del barco requirió adaptación física y mental. A pesar de ello, aprendimos a apoyarnos mutuamente y a afrontar juntos las limitaciones de la vida en el mar. La gestión de los recursos fue crucial: tuvimos que racionar el agua y la comida, asegurándonos de que cada miembro de la tripulación tuviera lo necesario para continuar la travesía en las mejores condiciones posibles.

Los marineros a bordo fueron invaluables. Su cálida bienvenida, paciencia y vasta experiencia hicieron que la experiencia fuera aún más significativa. Nos enseñaron lecciones esenciales de navegación, ayudándonos a comprender el viento, el funcionamiento del barco y la necesidad de respetar la armonía del mar. Su compromiso y dedicación fueron evidentes. Lo que más me conmovió fue su forma de celebrar los cumpleaños de cada uno. Tuvimos la alegría de celebrar a dos miembros de la tripulación en alta mar, y fue profundamente conmovedor presenciar cómo esta familia marítima honraba estos momentos con sencillez y alegría.

El capitán, tranquilo y sereno, inspiraba confianza. Su humildad y atención a la tripulación eran admirables. Con amplia experiencia, dirigió el barco con sabiduría y una presencia tranquilizadora, asegurándose de que todos se sintieran involucrados y seguros.

Vivir en un barco con un grupo grande fue un verdadero reto para mí, especialmente por ser introvertida. Compartir un espacio reducido y estar constantemente rodeada me exigió salir de mi zona de confort. Pero poco a poco, aprendí a apreciar estos momentos y a conectar con los demás de una forma nueva. Las conversaciones profundas y sinceras fueron una revelación, brindándome la oportunidad de explorar diferentes perspectivas y experiencias personales. Al final, esta cercanía nos permitió forjar vínculos genuinos e hizo la aventura aún más enriquecedora.

Nuestros "tiempos de equipo" fueron momentos valiosos donde pudimos entablar conversaciones profundas, compartir nuestras perspectivas y aprender unos de otros. A pesar de nuestras diferencias de opinión, estas conversaciones se caracterizaron por el respeto, la escucha atenta y un deseo genuino de comprendernos. Fue fascinante ver cómo, con el tiempo, nuestra visión del mundo se expandió y evolucionó.

También tuvimos momentos de pura alegría: disfrutamos nadando en la inmensidad del mar, compartiendo nuestras danzas tradicionales y maravillándonos con la majestuosidad de los paisajes, desde imponentes montañas hasta horizontes infinitos. Al llegar a Chania, nuestro barco atrajo la atención de los lugareños, quienes sintieron curiosidad por nuestra misión. Estas interacciones nos brindaron la oportunidad de compartir nuestro compromiso con la paz en el Mediterráneo. Bailamos coreografías cretenses, exploramos la rica historia de la ciudad y admiramos su arquitectura, testimonio de las numerosas civilizaciones que la moldearon.

Este viaje me marcó profundamente. Me enseñó a ver más allá de las diferencias y a apreciar la riqueza del auténtico intercambio humano.

Con sincero agradecimiento por esta inolvidable experiencia »

 

Youssef

Publicado el 24 de junio de 2025 en