Necesitamos alzar juntos nuestras voces al cielo.

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En Bari, cuando llegaron los jóvenes de la sesión 7, Giuseppe Satriano, arzobispo de Bari-Bitonto, introdujo al grupo en un momento de oración ecuménica. 

 

" Hermanos,

Queridos jóvenes, queridos amigos de diferentes naciones y tradiciones religiosas,

Esta noche nos reunimos en torno al precioso don de la oración, que nos une más allá de idiomas, culturas y afiliaciones. El barco Hermosa esperanza La Belle Esperanza, al llegar a Bari, no es solo un velero: es una señal profética que habla de fraternidad, de compartir y de futuro. Es un laboratorio de navegación que cruza el Mediterráneo, transformándolo de muro en puente, de mar de divisiones en mar de encuentro y reconciliación.

Hoy más que nunca, necesitamos alzar juntos nuestras voces al cielo, invocando la paz como un don que nos sobrepasa, nacido no solo de la voluntad humana, sino de la gracia de Dios. La paz es una semilla frágil, continuamente amenazada: la vemos comprometida cuando se pisotea el derecho de los pueblos a existir, cuando se ignora y viola el derecho internacional, cuando la indiferencia y la violencia dejan el llanto de los pobres e inocentes en el mar y en la tierra.

En este contexto dramático, ustedes, jóvenes, son una esperanza viva para nosotros. Con su camino, con su decisión de vivir juntos como compañeros de camino, nos muestran que la fraternidad y el compartir son las mejores maneras de construir la paz. No son ingenuos, son valientes: llevan dentro el sueño de un mundo diferente y nos recuerdan que la paz no es una utopía, sino una tarea que se construye día a día.

Nuestra oración de esta tarde reúne voces diversas: voces que surgen del Mediterráneo y se convierten en un coro, en una invocación común. Diferentes religiones, diferentes culturas, diferentes naciones: todas convergen en una sola súplica hacia el único Dios, en un solo deseo: invocar la paz para el mundo. Este es el lenguaje universal de la humanidad, que Dios siempre escucha con predilección.

Bari y San Nicolás, el santo patrón que une Oriente y Occidente, les dan la bienvenida con un cálido abrazo. Nuestra ciudad, que lleva en su corazón la vocación de puente y diálogo, desea seguir siendo una ciudad de paz, capaz de preservar y multiplicar las semillas que sembramos juntos esta tarde.

Tenemos hambre de Dios y de fraternidad, de relaciones que nos devuelvan el deseo de caminar juntos. Este conflicto, que ensangrenta la Tierra Santa de Jesús, junto con todas las guerras que se libran en el mundo, clama y clama en nuestro interior: ¡Basta, basta, basta!

Volvamos a lo esencial de la vida, sabiendo devolver a Dios la vida, la dignidad del hombre, de todo hombre.

Volvamos a cultivar la modestia, la discreción y el reconocimiento del don que representa cada persona.

Renunciemos a toda forma de poder sobre los demás. Adoptemos la lógica del servicio y el cuidado, y veremos florecer la paz; redescubriremos la mirada misericordiosa de Dios que, en Cristo, nos da la paz.

Dejémonos, pues, guiar por el silencio, por la palabra, por el canto, para que este momento no sea sólo una fiesta, sino un compromiso renovado: un compromiso de ser, cada uno en su propio contexto, constructor de paz, testigo de esperanza, artesano de fraternidad.

+ Giuseppe Satriano Arzobispo de Bari-Bitonto

Publicado el 16 de septiembre de 2025